Sábado, 30 de enero de 2016

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE SAN JOSÉ, TRANSMITIDO EN LA CIUDAD DE LOS COCOS, CÓRDOBA, ARGENTINA, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS

Los Cielos se abren para recibir las ofrendas de la humanidad.

Siendo sinceros de corazón es como la Misericordia vuelve a descender en tierras que ya viven la Justicia Divina. Los actos misericordiosos son los que los unen a la Consciencia de Cristo, Aquel que es la propia Misericordia.

Una misión humanitaria, hijos, es más que un acto social, porque les hablo de un pedido de Dios, una renovación y un despertar del compromiso que Sus criaturas tienen para con Él.

Por más que estén delante de dos misiones en las cuales se encuentran con culturas extremadamente diferentes de las suyas, las almas reconocen la unidad, y los espíritus son tocados por el amor que impregna sus actos.

Cuando sirven de corazón, equilibran muchos males, no solo de aquellos a los que están sirviendo. El amor que ustedes irradian toca a los que están a su alrededor e impregna la vida  del espíritu; sustituye los errores y las deudas de las naciones por los méritos divinos de Redención, de Salvación y de Misericordia.

Si, en verdad, todos se abrieran al espíritu misionero, comprenderían lo que les digo.

Hoy quiero que sepan que los misioneros en Turquía ya se tornaron un instrumento en las Manos de Dios, porque sus espíritus reconocen que el servicio que prestan no es para sí mismos. La experiencia y los años los encaminaron para consagrar la vida a los actos de Misericordia y, así, se tornaron, como grupo, un puente para que la Misericordia del Creador descienda a la Tierra. Pero ellos son solo catorce y no pueden multiplicarse en todas las naciones que deben consagrarse a Dios por el servicio y por la oración. Por eso, cuando los llamo al servicio, escuchen Mi voz.

Ninguno de los misioneros en Turquía es perfecto; ninguno de ellos sabía servir desde el principio; pero las resistencias se fueron quebrando por el amor y, hoy, cuando están delante de una misión pedida por Dios, pueden trascender las individualidades y miserias para ser portadores de la Divina Misericordia.

No esperamos que las diferentes misiones que pedimos tengan el mismo éxito, pero sí que se abran al espíritu misionero que la consciencia-grupo de esta Obra de Amor ya alcanzó a lo largo de los últimos años.

Quisiera que el espíritu misionero se expandiera más allá de Brasil y que principalmente Uruguay y Argentina se animaran a trascender los atavismos para servir al prójimo y descubrir en el servicio la inmediata transformación, la unión con Dios y con el prójimo, la transmutación y la liberación de esas naciones de todos los errores cometidos en el pasado. 

Porque, aunque la Tierra tenga que recomenzar, necesita tener un punto de partida, y ustedes deben dejar en ella un suelo fértil, para que los que vendrán después siembren las semillas de un nuevo tiempo.

Yo los amo y solo les pido que confíen en lo que les digo y que no teman responder a los pedidos celestiales. En estos tiempos, todo esfuerzo es poco para cumplir la meta que les corresponde desde el principio de esta raza.

Su padre y compañero,

San José Castísimo