Novena de San José para comenzar Nuevos Ciclos Espirituales

Novena de San José para comenzar Nuevos Ciclos Espirituales

            

Durante los primeros días del mes de agosto de 2017, San José Castísimo transmitió, a través de mensajes diarios extraordinarios, esta importante novena para comenzar nuevos ciclos espirituales.

San José nos invita a ingresar en un nuevo ciclo espiritual por medio de las revelaciones sobre Su transformación y las pruebas que tuvo que superar junto a la Sagrada Familia.

Él indicó que la oración para cada día de la novena puede rezarse por 14, 33 o 72 veces, según el alma sienta.

Que podamos caminar de la mano de San José, dando pasos firmes rumbo a nuestra transformación.
 

Novena de San José para comenzar Nuevos Ciclos Espirituales

Primer día de la novena

Hoy, comenzaré a entregarles una novena para iniciar un nuevo ciclo, no solo entre Mi Casto Corazón y la humanidad, sino para que cada ser pueda encontrar, dentro de sí, la forma de renovarse, de dar pasos y de abrazar los ciclos que llegan con alegría, con el corazón libre y en paz.

Cada día representará un impulso vivido por Mí, por medio de la humildad, de la constancia y de la persistencia, para trascender la condición humana y abrazar los nuevos ciclos espirituales que se presentan.

Que estos impulsos lleguen a sus corazones y los fortalezcan, por la Gracia de la oración y de la unidad con Mi Casto y simple Corazón.

En el primer día, meditarán en Mi infancia, como niño pobre y simple, delante del Misterio de Dios, que Me llamaba para dar pasos que Me parecían imposibles frente a Mi pequeñez e infantilidad. Abrazado por el espíritu de la fe, respondía al llamado de Dios y, aún siendo tan pequeño, permití que Él Me hiciera grande.

Cuando estén ante desafíos que les parezcan imposibles de sobrepasar, orarán a Dios en Mi Nombre:
 

Señor,
como a San José Castísimo,
concédenos la Gracia de la Fe, para vivir Tu Voluntad,
aunque ella nos parezca inalcanzable y a veces, imposible.

Transforma nuestra pequeñez en la Gracia de Tu Grandeza;
nuestra debilidad, en Tu Fortaleza.

Amén.
 

Segundo día de la novena

En el segundo día de la novena, meditarán en Mi juventud, cuando Mi Corazón estuvo ante todos los estímulos mundanos, ante todos los impulsos que Me llamaban a ser como los demás jóvenes de Mi época, cuando estuve frente al rechazo, la humillación y la incomprensión de Mis hermanos y amigos, porque Dios Me llamaba a una vida de entrega, de castidad y de silencio.

En una época en que la condición humana era grosera y sobresalía más allá de cualquier aspiración espiritual, Mi Corazón prevaleció delante de los estímulos del cuerpo y pude ofrecer a Dios un instrumento Suyo en el mundo, por medio de Mi Vida.

Cuando estén ante los estímulos mundanos, las energías capitales, la humillación, el rechazo y la incomprensión del mundo, orarán a Dios en Mi Nombre:
 

Señor,
por la superación de San José
y por Su entrega absoluta, que venció a la condición humana,
ayúdanos a superar los atavismos, las concupiscencias
y la superficialidad de este mundo.
Amén.

 

Tercer día de la novena

Aún era joven cuando conocí al pueblo Esenio en el desierto. Dios colocó delante de Mí un gran misterio que, al mismo tiempo, era absolutamente diferente de todo lo que Yo conocía, como cultura, como vida espiritual y como forma de vida social; pero que también era conocido en Mi interior. Era como un espejo de todo lo que Yo guardaba dentro de Mí, como una vida oculta que no podía expresarse por no encontrar un espacio.

Aunque estaba ante algo nuevo y desconocido, una enseñanza que trascendía los Libros Sagrados y que se renovaba a cada instante, como la vida, Yo Me lancé a esa experiencia y dejé que Mi Mundo interior encontrara aquel espacio seguro que tanto buscaba para expresarse.

Cuando estén ante una enseñanza nueva o una nueva forma de comprender la vida, cuando estén ante algo que los llama a la renovación, mediten en Mi ejemplo y oren a Dios en Mi Nombre, diciendo:
 

Señor,
así como San José reconocía
Tus Impulsos y Tu Verdad en Su Vida,
enseñanos a estar ante lo nuevo
y sin temor, permítenos ser renovados
por la Verdad Universal.
Amén.

 

Estos serán tiempos de muchas pruebas, pero también de muchas revelaciones. Ustedes estarán frente a Verdades que no conocían y también podrán comprender más ampliamente lo que les fue enseñado por medio de símbolos y de parábolas.

Por eso, hijos, oren y preparen sus corazones para que no teman estar ante lo nuevo.
 

Cuarto día de la novena

Cuando fui llamado al Templo para desposar a una Virgen Santa y Pura, Mi Corazón estuvo ante un desafío y una prueba interior.

Había planeado para Mi vida, una vida de silencio, castidad y soledad. No había pensado en casarme, constituir una familia y compartir con ella Mi experiencia en la Tierra, porque pensaba que Mi misión no podría ser comprendida por nadie, ya que hasta para Mí, era un gran misterio.

Cuando vi a María Santísima, se despertó en Mi interior un profundo Amor por Dios, y ese Amor se reflejó en Mí como una pureza nunca antes experimentada.

Yo era un solitario en este mundo, como la vara de nardo seca que traía en Mis manos, y la Pureza de María Santísima, reflejada en Mí, hizo que la vara floreciera. Entonces, comprendí la Voluntad de Dios y renuncié a todo lo que había pensado para Mi vida.

Cuando la Voluntad de Dios los llame a renunciar a sus propios planes, aunque ellos parezcan espirituales, para que vivan algo que jamás pensaron vivir, vacíense de sí mismos y oren al Padre, en Mi Nombre, diciendo:
 

Señor,
Tú, que despertaste a la Pureza en el Casto Corazón de San José
y lo hiciste renunciar a Su voluntad humana,
danos la Gracia de ser puros y simples,
para que renunciemos a nuestra voluntad
y vivamos solo la Tuya.
Amén.
 

No hay dádiva mayor que vivir la Voluntad de Dios y verla manifestada en la propia vida. Por eso, pierdan el temor de rasgar sus propios planes y de abrir las manos para recibir el Pergamino de la Voluntad Divina.

 

Quinto día de la novena

Cuando el Espíritu Santo descendió sobre María Santísima, colocando en Su Vientre Puro al Salvador del Mundo, al Hijo de Dios, el Mesías esperado por el pueblo de Israel, Mi Corazón se estremeció delante de este misterio.

Entre el sentimiento de no ser digno de tamaña Gracia y la lucha con Mi condición humana, para comprender verdaderamente la Voluntad de Dios para Nuestra Familia, tuve que dar un salto en la fe y en la madurez espiritual, pues sabía que, después del "sí" de la Santa Virgen, Mi respuesta sería definitiva para el cumplimiento de este Plan.

Muchas veces, Dios deposita, en Sus hijos menores y más imperfectos, Su mayor confianza. Esto los lleva a crecer y a superarse y, con los pasos de estos, Sus hijos, toda la humanidad da un paso en su crecimiento interior.

Cuando Dios les confíe una misión que les parezca grandiosa, aunque ustedes no comprendan su grandeza, ni abarquen la responsabilidad que ella trae consigo, digan "sí" al Padre, orando en Mi Nombre:
 

Señor,
así como San José, que era pequeño e imperfecto,
aceptó la grandiosa misión que Tú le encomendaste,
ayúdanos a aceptar Tu Voluntad, a asumir nuestra misión
y a crecer en madurez y en amor a Tu Plan Salvador.
Amén.

 

Sexto día de la novena

Cuando fui llamado para ir a Belén con María Santísima, estando Ella tan frágil y próxima a dar a luz al Niño, Me vi delante de otra prueba de fe. Yo sabía que las profecías estaban comenzando a cumplirse y que el Hijo de Dios vendría al mundo tal como estaba en las Sagradas Escrituras, pero Mi mente y Mi corazón eran probados y asediados a cada instante, de esa misión. Tuve que soportar internamente todos los desalientos del enemigo de Dios y mantener la fe, por encima de su falsa fuerza.

El viaje fue largo y, a pesar de que la Virgen María fue ayudada por los ángeles y los arcángeles, Ella estaba cansada, pues también tenía que sustentar los asedios del enemigo. El Hijo de Dios estaba por llegar y tanto la Luz como las tinieblas tenían sus ojos puestos sobre nosotros.

Llegando a Belén, quise buscar el mejor lugar para el Niño y Su Santa Madre, pero todo lo que recibimos fueron humillaciones y sucesivos desprecios. Oramos a Dios para que Nos guiara, hasta que fuimos conducidos hacia las grutas de Belén. Después de tantas pruebas, comprendí que Dios no nos había abandonado con Su Hijo, sino que Él no tenía, en Su Divino Pensamiento, Mi idea humana sobre lo que era mejor para el Niño. El Padre quería que Su Hijo, desde el principio, demostrara al mundo Su Humildad. Y fue entre los pobres y entre los más humildes y serviciales de los animales, que el Hijo del Hombre vino a nacer. 

A veces, hijos, necesitamos ser probados, humillados y hasta despreciados, para purificar nuestra voluntad humana y descubrir que Dios no nos abandonó, sino que Él nos esperaba en el recinto interior, en donde nuestro corazón puede vivir la humildad. Por eso, cuando se sientan perdidos, probados, humillados y solitarios, oren al Padre en Mi Nombre y con Mi intercesión, Yo los ayudaré a encontrar el lugar de la humildad interior, en donde Dios los aguarda:


Señor,
como a San José Castísimo,
pruébame, para que mi fe se fortalezca;
purifícame, para que yo abandone al viejo hombre;
y enséñame a dejarme ser humillado,
para que yo descubra que, en la humildad, Tú me esperas
para revelarme Tu Corazón.
Amén.

 

Séptimo día de la novena

Cuando el Ángel Me avisó que Yo debía partir con la Santa Virgen y el Niño hacia Egipto, porque lo buscarían para matarlo en Belén, en Mi Casto Corazón vi todo lo que acontecería. Tomé en Mis brazos al Niño y coloqué a Mi Santa Esposa sobre la mula. Allí, comprendimos que Nuestra vida sería una eterna batalla, hasta que el Niño pudiera cumplir con Su Misión.

María Santísima también pudo ver lo que sucedería con los niños en Belén, pudo escuchar los gritos y los llantos de sus madres y pudo sentir el dolor de Dios en Su Puro Corazón. Tuvimos que partir sin mirar hacia atrás, confiando en el hecho de que estábamos dejando a tantos niños por la salvación de Uno, que un día les devolvería la vida. En Nuestros Corazones fortalecimos la fe en Dios y, durante todo el camino, pedíamos por Sus hijos pequeños y sabíamos que Él Nos escuchaba. 

A veces, hijos, Dios les pide que caminen sin mirar hacia atrás; que dejen, aparentemente solas, a personas que ustedes aman y que necesitan de sus cuidados, pero deben saber que sus pasos espirituales les traerán mayor amparo que su presencia. Físicamente, ustedes pueden resguardar un cuerpo, espiritualmente pueden salvar un alma, una esencia, la evolución completa de un ser.

Por eso, si un día Dios los llama para caminar sin mirar hacia atrás, no teman dar esos pasos, pues ellos, un día, serán el motivo de la salvación de aquellos que quedaron detrás de ustedes. Para no temer y para fortalecer su propia fe, oren a Dios en Mi Nombre:


Señor,
así como llamaste a San José
y Él respondió a Tu Llamado,
llámanos y enséñanos a no mirar hacia atrás;
condúcenos y fortalece nuestra fe en Ti;
guíanos para que podamos saber
que la vida en este mundo se desvanece,
pero los méritos del espíritu perduran para siempre.
Amén.
 

Confíen, hijos, durante esta transición, en el hecho de que lo más importante es dar pasos espirituales, pues, aunque el mundo tiemble y la vida se desvanezca, serán los méritos generados en la pureza de sus corazones los que permitirán recobrar la vida y reconstruir la Tierra con Principios de Amor y de Unidad.

Yo vi temblar al mundo, Yo vi a la guerra consumir los corazones de los hombres. Dejé hacia atrás a los Míos para amparar al Niño y, un día, también dejé al Niño por la Voluntad de Dios; y fue desde el Cielo, con Mis ojos invisibles puestos sobre la Tierra, que vi a las almas recobrar la vida y al Amor ser más fuerte que la guerra.

 

Octavo día de la novena

Cuando estábamos en Jerusalén y percibimos que habíamos perdido a Nuestro Hijo, el Hijo de Dios, Mi Corazón se colmó de angustia y de aflicción. Me sentí el peor de los hombres, el más indigno y el más distraído, porque no había podido cuidar el mayor Tesoro del Universo. 

Por un instante, caí en la prueba al pensar que la responsabilidad del Plan de Dios Me correspondía y que, como Yo le había fallado al Señor, perdiendo a Su Hijo, todo estaba perdido. María Santísima se mantuvo serena, como si supiera en donde estaba el Niño, pero Mi Corazón humano y frágil estuvo a punto de quitarme la vida. 

Esta angustia duró tres días, hasta que lo encontramos en el Templo, pleno de Su Padre y con la expresión más resplandeciente que Su pequeña consciencia había manifestado. Jesús estaba en la Casa de Su Padre, cuidando de las cosas de Su Padre, haciendo lo que vino a hacer en el mundo.

En ese momento, Mi ignorancia dio lugar a la humildad y comprendí que la Voluntad de Dios es inalterable. Él nos da la posibilidad de colaborar con Su Plan, para nuestra propria salvación, pero este Plan no depende de nadie, sino de Dios.

Hijos, para que estén ante la misión que Dios les encomendó con humildad y comprendan que Su Voluntad siempre se cumplirá, más allá de las acciones humanas, oren al Padre en Mi Nombre, diciendo:


Señor,
así como probaste a San José
para despertar en Su Interior la Divina Humildad,
pruébanos para que seamos humildes
y muéstranos que no eres Tú quien necesita de nuestro servicio,
sino que somos nosotros quienes necesitamos servirte
para alcanzar la Redención y la Salvación de nuestras almas,
porque Tu Plan siempre se cumplirá.
Amén.
 

Noveno día de la novena.

Cuando el Niño Jesús era pequeño y María Santísima era una joven mujer, Yo tuve que dejar Sus Sagrados y Puros Corazones para estar al lado de Dios, entonces Mi Corazón se angustió.

Mi vida siempre fue una vida de renuncias, desde el principio al final; era de esa forma que Dios pulía Mi condición humana y manifestaba en Mi Ser, en toda Mi consciencia, Su Propósito Divino. 

Renunciar, hijos, nunca fue para Mí una cosa simple. Mi Corazón, como cada corazón humano, estaba lleno de apegos, de voluntades, que poco a poco se fueron sublimando, pero fue en el último instante de Mi vida, cuando tuve que renunciar a estar con María y Jesús, que finalmente pude entregar la voluntad humana y vivir la Voluntad de Dios.

Este es el impulso que les traigo para el último día de la novena que les estoy transmitiendo; porque para comenzar cada ciclo es necesario renunciar al ciclo que pasó, entregando todo en las Manos de Dios para que nada les pertenezca, a no ser la Gracia de estar en el vacío.

En este último día, orarán al Padre en Mi Nombre para que aprendan a renunciar y para que, así como Yo, den pasos seguros, porque estarán vacíos de sí y plenos de Dios:


Señor,
así como le enseñaste a San José a renunciar
hasta en el último instante de Su vida,
enséñanos a renunciar, enséñanos a entregar nuestras vidas
y danos la Gracia de estar en el vacío, en la nada,
que nos conduce a la plenitud de Tu Corazón.
Amén.

San José Castísimo


* Ejercicio espiritual transmitido entre los días 10 y 19 de agosto de 2017, por medio de mensajes extraordinarios.

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