Domingo, 1 de diciembre de 2013

Mensajes diarios
MENSAJE DIARIO DE CRISTO JESÚS, TRANSMITIDO AL VIDENTE FRAY ELÍAS DEL SAGRADO CORAZÓN

A casi un año de Mi primera Aparición diaria en el Reino Sagrado del Centro Mariano de Aurora, los Cielos y los Universos se han unido para traer Gracias Especiales para todas las almas que, a lo largo de este último año, escucharon Mi Mensaje Salvador.

Ahora, después de casi 365 días de impulsos espirituales diarios, las almas se han podido consagrar en la fe a Mi Sagrado Corazón.

Por eso, en estos últimos tiempos, Yo los llamo a ser testimonios vivos para los que no creen y para los que buscan la gratificación permanente. Yo los llamo a ser defensores fieles de la Hora de Mi Divina Misericordia. Si eso fuera así, a pesar de las circunstancias y de los imprevistos, Yo podría decir realmente que cuento con soldados de la misericordia.

Cuando Yo les pido que sean defensores de la Divina Misericordia, significa que primero deberán defender de ustedes mismos, de manera sagrada, este espacioimportantísimo para que después las puertas de la salvación se puedan abrir para los que más necesitan.

Ayer Yo les hablé de la Gracia de Estado¹ que sus corazones y vidas están recibiendo en un tiempo caótico; hoy Yo los llamo a que mantengan la consciencia despierta ante esta hora sagrada. En verdad, Yo les digo que ustedes verán los frutos de este trabajo de oración misericordiosa recién en el próximo mundo, y será solo allí que comprenderán profundamente la síntesis de sus vidas.

Mientras el mundo colapsa por sus acciones cotidianas, Yo les pido que sumerjan sus consciencias en el poderoso Manantial de Mi Divina Misericordia; así el Espíritu de Dios actuará por medio de ustedes, y no que intenten actuar a través del Supremo Espíritu. La misericordia siempre los llevará a la reconciliación y a la humildad del corazón.

Bajo el Supremo Amor de Dios, sean bienaventurados.

Gracias por escuchar Mis Palabras con el corazón.

Cristo Jesús

                                                            
1. Gracia que acompaña el ejercicio de ciertas responsabilidades.